“Existe algo muy escondido dentro de cada uno
de nosotros que nos lleva a
hacer cosas impensables, algo anclado en las
capas más profundas de nuestra mente que
de una u otra manera, en algún momento de nuestra vida, nos obliga a desprendernos de todo lo que hemos sido,
de aquello por lo que hemos luchado y de
aquello en lo que hemos creído” Desde esta premisa, arranca esta novela intensa y profunda en voz del
narrador, Fernando, un licenciado en
filología, que se consume de frustración por el hastío que le causa trabajar cada noche como vigilante de
seguridad en un centro comercial.
Pero todo cambia el día en que su compañero
Jorge le propone robar el dinero de la caja fuerte. Desde ese instante en el que
arranca la historia, Fernando sufrirá una
transformación interior para desarrollar sin
descanso un plan que no estará exento de dificultades. Su mirada escrutadora y analítica de cada detalle y la
introversión desde la que contempla la
vida, permitirá al lector asistir a la planificación más elaborada de un robo real y sin fisuras, calibrado
hasta la mínima posibilidad. Para ello
contará con la inestimable ayuda de Eduardo, un ingeniero informático con el que irá construyendo una sólida amistad.
Desde la excitación interior por el riesgo que
asume, Fernando llevará aparentemente un vida anodina, y ni siquiera lo
distraerá de su objetivo la enfermedad y
la muerte de su suegro, tras la que se esconde un terrible secreto, que le llevará, incluso a poner en riesgo su
matrimonio. Con una prosa elegante y
envolvente como una melodía hipnótica que conduce al lector al corazón de una trama milimetrada hasta las
horas previas del golpe y sorprenderlo
con un final tan excelso como imprevisible. Una delicia que pone de relieve la maestría con la que este autor alcanza la
talla de imprescindible.
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Muy
al contrario de lo que se cree, no son las grandes decisiones las que
condicionan la vida, sino las pequeñas e insignificantes las que marcan el
destino de cada uno. Salir una noche puede hacer que conozcamos al amor de
nuestra vida o a la persona con la que seremos infieles. En todo momento, en
todo lugar, tomamos decisiones que nos acaban salvando o condenando; estamos
expuestos a un destino incierto y caprichoso que nos pone a prueba en cada paso
que damos.
Los
personajes de esta novela, tan cotidianos como excéntricos, se ven arrojados a
un escenario que ellos mismos van eligiendo sin pretenderlo. Pedro, un policía
nacional obsesivo y preocupado por hallar la explicación a cuanto le rodea,
(por qué unos bares funcionan y otros no o por qué la gente bebe zumo de tomate
en los aviones …) vive preso del
desasosiego que le causan los problemas que tiene con Marta, su mujer, a la que
siente cada vez más distante y fría. Por otro lado, Nacho, un joven atractivo y
bondadoso, altruista y entregado, gentil y con suma facilidad para enamorar, se
enfrenta al hastío que le provoca que sus novias, cada cual de mayor belleza,
al poco tiempo de relación, le resulten aburridas, convencionales y nada
estimulantes.
Pero
todo cambia la noche en la que, sin conocerse, ambos acuden a una cena en la
casa de un compañero de la comisaría, Molly. Pedro, acompañado de Marta,
permanecerá ciego a las miradas cómplices de su mujer y su compañero. Nacho,
que esa noche va sin su novia, no podrá resistirse a la tentación de Cristina,
una mujer fatal, lasciva y provocadora capaz de colmar la fantasía sexual de
cualquier hombre.
El
narrador, con suma maestría, nos conduce por los recónditos parajes de la
condición humana, por los abismos del deseo a través de unos personajes que
sufren en sus relaciones tanto como gozan expuestos a su propio deseo.
Personajes que acaban mostrando, para asombro del lector, la otra parte que cada
uno aguarda en su interior.
Andrés, un chico lleno de miedos e
inseguridades, abandona su Santander natal y la adinerada familia a
la que pertenece, en busca de una nueva vida
en Barcelona. Ya matriculado en la facultad de económicas, se muda a un modesto piso de estudiantes. Su carácter sombrío y
huraño, poco dado a relacionarse y de
hábitos solitarios lo aislará de sus compañeros. Iniciará una relación con Alicia, una enfermera que le insuflará cierta
ilusión por la vida. Sin embargo, todo se verá
truncado cuando Elena, la compañera de
piso de su novia, desaparezca después de una noche de fiesta. El principal sospechoso, el inspector de policía
Julián A. Ramírez, intentará demostrar su
inocencia sin abandonar el caso que está investigando:
el asesinato de un anciano hallado muerto y mutilado, en la habitación de un hotel. Como única pista, se encuentra
una muñeca de porcelana antigua junto al
cuerpo. Este será el escenario de una serie crímenes que el inspector Ramírez tendrá que esclarecer. Pero su
supuesta implicación en la desaparición
de la chica lo tendrá con el agua al cuello y bajo sospecha ante los ojos de sus superiores. La subinspectora Mónica
Pitabea, especialista en desapariciones, llegará
de Madrid a instancia de éstos para
hacerse cargo del caso. El reencuentro a ambos policías les devolverá a ambos parte de su pasado y, pese a sus
reticencias iniciales a trabajar juntos,
la investigación los conducirá por un tortuoso camino, hasta desenmascarar no sólo a los culpables de la
desaparición de Elena, sino también una
red mafiosa de tráfico de estupefacientes con varias décadas de impune actividad a sus espaldas.
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